Por Santiago Alba Rico | Cuarto Poder | 30/04/2015 de Iniciativa Debate:
A poco más de tres semanas de las
elecciones autonómicas y municipales y tras un año sísmico, podemos
afirmar al menos dos cosas. La primera es que la reciente irrupción de
Ciudadanos, muy parecida en velocidad y formato a la de Podemos,
demuestra que el análisis y la estrategia excogitados en enero de 2014
por Pablo Iglesias y sus compañeros eran atinados y
perspicaces. La crisis económica se solapaba en España con una crisis de
régimen que exponía el tablero político a la posibilidad de un vuelco
sin precedentes al margen del eje izquierda/derecha y en un contexto
subjetivo ciclotímico e indeterminado. Eso quiere decir que el carácter
de ese vuelco -el que fuera de izquierdas o de derechas- no dependía del
citado eje ideológico y, puesto que se inscribía e inscribe en un
electorado muy volátil, tampoco dependía ni depende del contenido
“político” de los mensajes. Por eso la muy vieja cuestión del liderazgo
es clave en la “nueva” política y constituye un instrumento todavía
insuperable -con sus servidumbres, sus peligros y sus miserias- para
alcanzar una realmente nueva.
La segunda evidencia es que la condición
para la irrupción de Ciudadanos era precisamente la irrupción previa de
Podemos. Tiene mucha razón el periodista Esteban Hernández cuando dice que Pablo Iglesias abrió la puerta por la que se coló Albert Rivera.
Ciudadanos, hay que recordarlo, existe desde hace 9 años y sus
posibilidades de crecimiento dentro del régimen del bipartidismo estaban
muy limitadas por su origen territorial, la existencia de UPyD y las
propias inercias electorales. Lo que Podemos vino a romper fue
justamente esa inercia, cosa que sólo podía hacerse mediante un salto
sin red, arrancando desde cero y apuntando a un horizonte de cambio
inmediato y radical. A partir de mayo de 2014, de pronto, todo se volvió
posible, también el re-nacimiento de Ciudadanos que, a fuerza de imitar
a Podemos en este contexto muy poco político, ha acabado por parecer
más nuevo que Podemos. El gran acierto del partido de Pablo Iglesias no
tiene que ver con su bagaje programático sino con la apertura de un
dique por el que, por primera vez, se podía colar un programa realmente
de izquierdas. Pero por el que se podía colar también cualquier otra cosa.
El error de Podemos ha sido el de
olvidar algo que estaba muy presente en sus primeros análisis: que había
encontrado la llave para abrir esa cuarta dimensión política hasta
ahora inaccesible, pero que no tenía la llave para cerrarla. Creyéndola
suya, a veces la ha defendido mal, sobre todo en el terreno
comunicativo, donde ha cedido buena parte del mensaje original, que no
estaba dirigido contra la corrupción ni contra los recortes sino contra
el cálculo político. El mensaje de Podemos era su sinceridad misma. Esa
era la novedad recompensada por la “gente” y no se trataba, pues, de
rebajar el discurso sino de proteger el tono. Rebajar el discurso
-mientras se desafinaba el tono- frente a una campaña mediática
mastodóntica más propia de un tribunal religioso que de una prensa
libre, no ha tranquilizado a los ciudadanos, que no estaban
intranquilos, sino que los ha puesto en estado de sospecha. Pablo
Iglesias pasó de decir verdades como puños a enseñar sobre todo los
puños. Como la suerte del régimen se está decidiendo en un terreno en el
que, por poco que nos guste, no hay alternativa instrumental al
liderazgo, es difícil no relacionar el freno al crecimiento de Podemos, y
el crecimiento sincopado de Ciudadanos en la misma cuarta dimensión, con esta pérdida de credibilidad mediática. La excelente intervención de Pablo Iglesias el pasado sábado en La Sexta Noche demuestra que la dirección de Podemos ha tomado nota de este hecho y que no es irreversible.
En todo caso, decíamos, un Podemos de
derechas sólo podía nacer frente a un Podemos de izquierdas y extramuros
del eje izquierda/derecha. En ese margen, cada vez más grande y más
confuso, Ciudadanos y Podemos no luchan con armas iguales, lo que
prueba, sin lugar a dudas, que el eje abajo/arriba (la cuestión de
clase) es la determinante: Ciudadanos ha crecido a la sombra de Podemos y
en el mismo caldo de cultivo, pero con el apoyo y el programa del
Ibex35, los grandes bancos y la troika europea; es decir, del régimen
del 78 y sus medios de comunicación. En todo caso no puede negarse la
existencia de esa cuarta dimensión abierta por Podemos que la irrupción
de Ciudadanos ilumina ahora en toda su extensión y confusión. El
crecimiento de Ciudadanos, en efecto, impone limitaciones al de Podemos
porque revela los límites del campo en el que se mueven los dos.
Hay una posición muy ingenua dentro de los sectores podemitas
más críticos que pretende que estos límites tienen que ver con
cuestiones organizativas; con el hecho, en definitiva, de que Podemos no
es lo bastante horizontal ni participativo. Creo que hay que defender
la horizontalidad y la participación a toda costa y que, en este
sentido, se pueden hacer las cosas mucho mejor; pero pensar que Podemos
no va a ganar las elecciones autonómicas ni después las legislativas
porque es un partido tradicional -y, por lo tanto, del ”régimen”- no es
sólo falso respecto de la estructura de la organización y sus
procedimientos de construcción sino que es muy poco realista, sobre
todo, respecto de las mayorías sociales sin cuyo apoyo no podremos
incoar ningún cambio real. Explico rápidamente cómo veo las cosas. Hace
un año escribía un artículo en el que hablaba de un “doble
bipartidismo”: el que enfrentaba escenográficamente a PP y PSOE y, en
paralelo y fuera de cuadro, el que enfrentaba a IU con la izquierda
radical, “elitista al revés” y sin opciones. Pues bien, un año después
las cosas han cambiado tanto que tenemos un nuevo doble bipartidismo:
herido pero vivo, sigue el bipartidismo PP-PSOE y ahora, en la nueva
dimensión abierta por Podemos, tenemos el otro bipartidismo, el que
enfrenta a Podemos y Ciudadanos. De la misma forma que IU tenía un pie
dentro del régimen -pero ahora en sentido contrario- el régimen tiene un
pie dentro de la nueva dimensión a través de Ciudadanos, que es
-digamos- su quinta columna. Pero este nuevo doble bipartidismo y esta
inversión de las filtraciones recíprocas indica -primero- que la
iniciativa ha cambiado de bando y -segundo- que el régimen se siente
seriamente amenazado.
El peligro, claro, es el de quedar
encerrado ahí y perder las dos batallas. Respecto del primer
bipartidismo, las elecciones andaluzas han demostrado que hay un sector
de electorado -que yo llamo prevaricador- que es completamente
inasequible para cualquier argumentario ético o político porque vota con
plena conciencia del uso que se hace de su voto. Es cada vez más
evidente que la corrupción es inseparable del régimen del 78 y que hay
varios millones de españoles -suficientes para mantener con vida al PP y
el PSOE- que forman parte mentalmente de ella, con todas sus
consecuencias.
En cuanto al segundo bipartidismo,
Podemos y Ciudadanos se disputan un terreno en el que, al contrario que
en el primero, hay menos conciencia que deseo de ruptura “cultural”:
ruptura con una clase y unas prácticas políticas y no con un programa o
una orientación ideológica. Ese es el terreno que abrió y abonó Podemos y
en el que se ha colado Ciudadanos. Y en el que, dada la desigualdad de
fuerzas y la propia volatilidad del electorado, se puede tanto ganar
como perder.
En definitiva, todas las esperanzas y
todos los peligros proceden de este doble bipartidismo en el que, por
una parte, el tándem PP-PSOE se sostiene gracias a un voto prevaricador
muy consciente y, del otro lado, la posibilidad de ruptura debe explorar
un voto pasional, “moral”, ciclotímico, que en pocas semanas puede
cambiar muchas veces de bando. Esa es la España real que queremos
cambiar pero con la que hay que contar para emprender cualquier cambio.
En la dimensión abierta por Podemos hace un año era posible una victoria
rápida y holgada; no se trataba de una estrategia fanfarrona sino de un
fatalismo coyuntural. Había que jugársela y, si ahora hay que tener más
paciencia y resintonizar el mensaje, ello se debe menos a los errores
cometidos (que hay que enmendar, sobre todo en el plano comunicacional)
que por el hecho de que, en la dimensión abierta por Podemos, se ha
colado el régimen del 78 con sus calendarios electorales y con el apoyo
de los medios de comunicación. Como no podía cerrar de un portazo la
“ventana de oportunidad” el régimen tenía que ocuparla: es lo que está
haciendo Ciudadanos. En estas condiciones es fácil cometer nuevos
errores. Uno es el de dejarse encajonar en el nuevo esquema en una falsa
contienda con Albert Rivera y su partido; el otro, el de olvidar que,
junto a los ciclos sísmicos electorales, la estrategia ahora es de más
largo aliento y ello exige órganos internos funcionales y deliberativos y
robustecimiento del apoyo social organizado. Sigue siendo verdad, en
todo caso, que en el contexto de este nuevo doble bipartidismo la única
alternativa a ganar sigue siendo perder. Y que no tenemos más
“dimensión” para ganar, aunque se parezca poco a la de nuestros
justísimos sueños militantes, que la que abrió Podemos hace ahora 16
meses.
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