Por Marco Antonio Moreno – Consejo Científico de ATTAC España
En un temprano post del año 2008 advertíamos sobre el tambalente destino de la Europa del Este a
la luz de la fuerte caída que se estaba producido en Ucrania. La crisis
2008/2009 significó un descenso para Ucrania del 15 por ciento y fue
una de las más profundas del mundo. Sin embargo, la verdadera crisis de
Ucrania fue tras el quiebre del bloque soviético, en 1990, que
significó una caída en el PIB del 40 por ciento y un
largo retroceso que se prolongó por casi una década. Pese a adoptar en
los años 90 todas las tesis del libre mercado, las privatizaciones y las
desregulaciones, Ucrania sucumbió a la indiferencia de Europa.
El PIB de Ucrania se sitúa hoy en los niveles de mediados de los años
70, lo que indica que ha retrocedido cuatro décadas, en menos de 20
años.
Poco después de la independencia de la URSS en agosto de 1991, el
Gobierno ucraniano liberalizó la mayoría de los precios y erigió un
marco jurídico para las privatizaciones. La resistencia generalizada a
la reformas estructurales produjeron un estancamiento que hacia 1999
hundió el PIB un 40 por ciento desde 1991. La dependencia de Ucrania de
la energía que le proporciona Rusia dejó a este país a merced de dos
aguas, división que también tiene raíces geopolíticas en los propios
ucranianos: mientras unos quieren pertenecer a la Unión Europea, otros
sienten que sus raíces están más cerca de Moscú. Este andar a medias
aguas es lo que ha dado a Ucrania la mayor inestabilidad, haciéndolo vulnerable al vacío de Europa y a las convulsiones externas.
Ucrania
depende de las importaciones a Rusia para cubrir tres cuartas partes de
sus necesidades anuales de petróleo y de gas natural y el 100 por
ciento de sus necesidades de combustible nuclear. Ucrania es la vía de
tránsito del gas ruso a Europa y el año 2009 estos países se vieron
enfrentados en una seria disputa por los precios del gas. El FMI ha
presionado insistentemente a Ucrania para que acelere el ritmo y el
alcance de las reformas. Así fue como los funcionarios del gobierno
eliminaron la mayoría de los privilegios fiscales y aduaneros en una ley
de presupuestos de marzo de 2005. Desde entonces, el FMI no ha dejado
de insistir a Ucrania que debe desarrollar más mejoras como la lucha
contra la corrupción, el desarrollo del marco legislativo y la mayor liberalización de los mercados financieros.
Desde 1999 la economía de Ucrania fue pujante a pesar de la agitación
política interna, y el período 2000-2007 la economía creció a un ritmo
cercano al 7 por ciento, y su PIB pasó de 55 mil millones de dólares a 105 mil millones de dólares (datos
del Banco Mundial en dolares de 2005). Gran parte de este crecimiento
estuvo impulsado por los altos precios del acero, el principal producto
de exportación de Ucrania. China y los países occidentales mantuvieron
alta la demanda de acero dado que éste se emplea en la construcción. Es
decir que sin querer, Ucrania se benefició también de la burbuja
inmobiliaria global. Este aumento del producto permitió a Ucrania un
fuerte aumento de los salarios y del consumo interno.
Tras el
estallido de la burbuja inmobiliaria los precios del acero se
desplomaron y esto sorprendió en muy mal momento a Ucrania por el alto nivel de endeudamiento que había alcanzado en el período del boom.
En noviembre de 2008 el gobierno de Ucrania llegó a un pacto con
el FMI por un préstamo de 16.400 millones de dólares, a cambio de
rápidas reformas. Pero el programa se estancó debido al fuerte retroceso
que sufrió la economía con la crisis: una caída del 15 por ciento en 2009, uno de los peores resultados a nivel global.
Esto no lo tuvo en cuenta el FMI a la hora de bloquear, a principios de
2011, un nuevo acuerdo por un préstamo de 15.100 millones de dólares
para Ucrania. Es decir que en dos ocasiones el FMI empujó
deliberadamente a Ucrania al borde del precipicio al negarse a socorrer a
este país con la misma generosidad y rapidez con que ha facilitado
recursos al sistema financiero.
Una amenaza para Rusia
El
polvorín desatado por los conflictos económicos en Ucrania puede bien
ser una nueva amenaza a otros países europeos. La dramática escalada de
las tensiones puede dividir a Ucrania dado que unos quieren entrar a
Europa y otros regresar a la alianza con Rusia. El alto riesgo es que Ucrania puede entrar en default y esto provocaría un shock de crédito en los bancos rusos.
Los bancos rusos son grandes tenedores de bonos ucranianos. Los fondos
globales emergentes de bonos de mercados mantienen el 3 por ciento de su
cartera en deuda ucraniana. De ahí que efecto indirecto de un default
de Ucrania, como espera la agencia Fitch, sería significativo.
Las
reservas de divisas de Ucrania se han reducido a niveles de
supervivencia y hasta ahora Rusia ha mantenido al país a flote con un
préstamo de 3 mil millones de dólares, el primer tramo de un rescate de
15 mil millones de dólares que acordaron en noviembre de 2013 y que
ahora ha quedado en suspenso. Este hecho pone a Rusia en el eje del
huracán dado que Rusia puede enfrentar grandes pérdidas por impagos y
los crecientes costos de apuntalar a la economía de Ucrania.
Rusia
no puede seguir apuntalando a Ucrania dado que está cerca de una
recesión con una producción industrial que se ha contraído en los
últimos años mientras la inversión fija ha disminuido en un 7 por
ciento. Aunque Rusia tiene 500.000 millones de dólares en reservas (la
tercera mayor reserva en divisas del mundo), sabe que debe tener cautela
a la hora de emplear esos recursos dado que en la crisis 2008/2009
perdió 200 mil millones de dólares por apuntalar al rublo y este proceso destruyó una gran parte del sistema bancario ruso.
Rusia
nunca se ha recuperado totalmente de la crisis post-Lehman, y se hizo
altamente dependiente de las exportaciones de petróleo y de gas natural.
Además, Rusia necesita un precio del crudo por sobre 110 dólares el
barril para equilibrar su presupuesto. Y la inundación de petróleo de
Iran, Irak y Libia puede desatar serias convulsiones en Rusia. Los
equilibrios económicos son hoy más precarios que nunca y la famélica
situación de Asia, Europa, EEUU y los países emergentes puede llevar el
petróleo por debajo de los 100 dólares. Este sería un fuerte golpe para
Rusia, un país que cayó en la trampa de la enfermedad holandesa,
haciéndose extremadamente dependiente de las exportaciones.
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